Las largas negociaciones entre Celsa y los bancos acreedores del grupo siderúrgico están a punto de concluir, por fin, con éxito. La familia Rubiralta logrará lo que buscaba, refinanciar los 2.600 millones de deuda financiera a tipos más bajos y vencimientos más lejanos en el tiempo, pero los bancos también salen ganando, ya que podrán ejecutar los créditos y convertirlos en acciones si Celsa no cumple con los calendarios de pago. Una cesión que han tenido que hacer para convencer al Santander, el más duro de los negociadores pero un actor imprescindible: tras comprar el Popular, es el primer acreedor de la siderúrgica con diferencia.
Celsa empezó a negociar hace más de un año, “sin urgencias”, indicaron fuentes de la compañía presidida por Francesc Rubiralta, para rebajar el coste de su deuda aprovechando los bajos tipos de interés. Es algo que han hecho muchas compañías. Las mismas fuentes aseguraron que detrás del interés no había supuestas dificultades para cumplir con los pagos de deuda. De hecho, el grupo siempre cumplió con sus compromisos con los acreedores, aunque el de este diciembre, de 700 millones, era el problemático.
La compañía entregó a los bancos un plan de negocio aprobado por KPMG –por mandato de las propias entidades–, en el que se comprometía a reducir la deuda en 840 millones de euros hasta 2021, gracias a una reconversión del negocio y a la apertura de una nueva planta en Francia, lo que haría subir el ebitda de Celsa de 280 a 450 millones. El plan no incluye desinversiones como venta o cierre de plantas.
Cuando el Santander compró el Popular, se convirtió en propietario del 21% de la deuda de Celsa
Con el visto bueno de KPMG al plan estratégico, los bancos empezaron a negociar los aspectos técnicos del crédito, como el reparto en tramos, la financiación nueva, el calendario de amortizaciones, etc. Entonces irrumpió el Santander con una propuesta que hizo temblar las negociaciones: propuso apartar a los Rubiralta y vender la siderúrgica para recuperar los 2.600 millones de crédito. Esta apuesta chocó con la opinión mayoritaria entre el pool bancario de Celsa, por lo que el banco que preside Ana Patricia Botín se apartó de las negociaciones.
En esos momentos, el pool bancario estaba liderado por BBVA y el Sabadell, con 360 millones cada uno, Santander (350), Caixabank (300), Bankia (215), el Popular (205) y Abanca (140). La aprobación del banco de Botín, con un 13% de la deuda, ya era entonces importante, pero se convirtió en imprescindible con la compra del Popular. Al hacerse con el 100% de dicho banco, el Santander pasó a convertirse en el principal acreedor de Celsa, con el 21% de la deuda.
Este hecho terminó de virar las negociaciones hacia donde quería el mayor banco español. Los acreedores refinanciarán a los Rubiralta y no les echarán de su siderúrgica, pero abren la puerta a hacerlo en los próximos años si no cumplen con los compromisos con los bancos. Fuentes financieras explicaron que parte de la refinanciación se realizará con préstamos convertibles para que la banca pueda tomar el 100% de la compañía si fuera necesario. En ese caso, el Santander se convertiría en su primer accionista.
La banca tomará el 100% de Celsa si incumple los compromisos de pago de la deuda
Fuentes de Celsa confirmaron que “las conversaciones están avanzadas” y que esperan cerrar un acuerdo con la banca antes de verano. Sobre los detalles, solo especificaron que se refinanciarán 2.600 millones y que el plan de negocio no prevé desinversiones. Paralelamente, la compañía negocia otro crédito de 60 millones, 45 de los cuales los aportará el gobierno francés, para abrir una nueva planta en el sur de Francia.
Celsa terminó 2016 con una cifra de negocio de 3.383 millones de euros, un 6% menos que en 2015, aunque el ebitda subió un 40%, hasta los 280 millones. La producción se mantuvo alrededor de los siete millones de toneladas. El ligero incremento del mercado europeo permitió a la siderúrgica compensar el mal comportamiento del mercado nacional, ya que la obra pública en España sigue en horas muy bajas.
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